Acab, hijo de Omri, cuyo reinado va a ocuparnos hasta el fin del primer libro de los Reyes, comete más pecados que sus antecesores. Porque el culto a Baal es introducido oficialmente en Israel por medio de su mujer, la abominable Jezabel. En ese tiempo también se vuelve a construir Jericó. ¡Qué gran provocación a Jehová! Entonces recibe el castigo anunciado por Josué (Josué 6:26). Para hablar a la conciencia del rey y del pueblo, Dios suscita un profeta: ¡Elías! Este siente que primero es necesaria una prueba para poner a Israel en condiciones de recibir la palabra divina, de modo que ora “fervientemente” para que no llueva (Santiago 5:17). Después, seguro de la respuesta de Jehová, se presenta con autoridad ante Acab para anunciárselo. Cuando pedimos con fe algo a Dios según su voluntad, debemos obrar con la plena seguridad de que nos lo va a otorgar. Notemos la expresión:
Jehová… en cuya presencia estoy
(cap. 17:1).
Ser reverente en la presencia de Dios, en su luz, estar siempre dispuesto a recibir sus instrucciones, tal es la actitud del siervo. Así lo hizo el Señor Jesús, según lo vemos en el Salmo 16:8. Luego, Dios esconde a Elías y cuida de él de manera maravillosa en el arroyo de Querit.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"