Nuestra lectura nos lleva cuarenta años atrás para considerar el reino de Israel mientras Asa domina sobre Judá. En contraste con este último rey, Nadab, hijo de Jeroboam, durante su corto reinado, anda
En el camino de su padre, y en los pecados con que hizo pecar a Israel
(v. 26).
Estos pecados son la falsa religión instituida por Jeroboam para apartar al pueblo del lugar escogido por Jehová (Deuteronomio 12:5-6). En la cristiandad, como antaño en Israel, existe una multitud de personas que, sin dejar de formar parte del pueblo de Dios, fueron apartadas del único centro: Jesús. Se les han enseñado formas religiosas que no son según la Palabra.
Nadab, con toda la familia de Jeroboam, padece la terrible suerte anunciada por Ahías. Pero Baasa, quien ejecuta ese juicio, al suceder a Nadab también sigue el camino del pecado. ¡El mismo camino terminará de la misma manera! Jehová lo anuncia a Baasa por medio del profeta Jehú, quien con valentía se presenta ante el malvado rey con unas solemnes palabras. Nosotros, ¿no fuimos también levantados del polvo para hacernos sentar con príncipes? (cap. 16:2; 1 Samuel 2:8). Por eso, examinemos bien en qué camino andamos y cuál es su fin (Proverbios 16:25).