Ela, hijo de Baasa, reina dos años sobre Israel. El único hecho que se relata respecto de él es que estaba “en Tirsa, bebiendo y embriagado” (v. 9). Este rey es dominado por una pasión, pobre esclavo del alcohol, como todavía hoy lo son millones de desdichados. El hombre cree poder gobernar a sus semejantes, mientras que él mismo no es capaz de dominar las pasiones de su propio corazón. El libro de los Proverbios contiene las palabras de un joven rey, llamado Lemuel. Este recuerda lo que le enseñó su madre:
No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino
(Proverbios 31:4; véase también Proverbios 23:31-32; Efesios 5:18).
En un instante Ela, sin despertarse, pasa de la embriaguez a la muerte. Los hombres de este mundo se sumergen en los placeres del pecado; después, sin haberse preparado para ello, de repente se ven precipitados en una eternidad de desdicha.
Siete días le bastan a Zimri, homicida de Ela, para probar que él también anda en el camino de Jeroboam. Su fin no es menos terrible: ¡se suicida! Luego Omri toma el poder, edifica Samaria, y obra peor que sus predecesores. ¡Cuán espesas son las tinieblas sobre ese reino de Israel! (Miqueas 6:16).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"