Hasta aquí apenas hemos visto una sombra del esplendor de ese excepcional reinado. El capítulo 11, sin embargo, comienza con un pero que de repente revela un estado moral desolador, bajo la brillante apariencia descrita anteriormente. En doble desobediencia a la ley, el rey tomó “muchas mujeres” y mujeres extranjeras (Deuteronomio 17:17; 7:3), las que en su vejez desviaron su corazón. ¿No había él pedido y obtenido un corazón sabio, un corazón que escucha? Había sentido sin duda la necesidad de ello para conducir a los demás, pero no para conducirse a sí mismo. Ese corazón ancho “como la arena”, que Jehová dio al rey para que amara a su gran pueblo, Salomón no lo guardó ni veló por lo que penetraba en él. Miles de mujeres extranjeras, junto con sus ídolos, habían hallado lugar en su corazón. Salomón es condenado por sus propias palabras: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). Esto enseñó a los demás… pero descuidó hacerlo para sí mismo (véase Romanos 2:21; 1 Corintios 9:27). Tampoco tuvo en cuenta la prevención de su padre (1 Reyes 2:3), ni la doble advertencia de Jehová (cap. 11:9-10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"