Falsos apóstoles buscaban reemplazar a Pablo en el corazón de los corintios. Por tal razón, este se vio obligado a hablar de sí mismo, y es lo que llama su “locura”; pero no es con el objetivo de ganarse el afecto de los creyentes en provecho propio (véase 12:15). Era celoso por Cristo y reivindicaba con vehemencia el amor de ellos para el único Esposo de la Iglesia.
Los corintios corrían el riesgo de prestar oídos a un evangelio diferente (v. 4). Eran menos espirituales que los efesios, quienes habían probado “a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son” (Apocalipsis 2:2), y los hallaron mentirosos. Muchos cristianos corren el mismo peligro porque les parece que en el fondo, el verdadero cristianismo es demasiado exigente. En cambio, soportarán mejor un evangelio que exalte al hombre y otorgue lugar a la naturaleza humana.
Detrás de esos obreros engañadores, el apóstol desenmascara a Satanás, el amo de ellos. Otrora resplandeciente querubín (Ezequiel 28:12-14), todavía sabe tomar esa apariencia para tentar a los hombres con su astucia, tal como lo hizo con Eva (v. 3, 14). Además, es más peligroso cuando se presenta como sutil serpiente que cuando nos ataca de frente como el “león rugiente” (1 Pedro 5:8). ¡Desbaratemos sus ardides permaneciendo apegados a la Palabra del Señor!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"