¿Qué era el amor de los macedonios en comparación con el supremo ejemplo de “nuestro Señor Jesucristo”? Ellos no habían escogido por sí mismos “su profunda pobreza” (v. 2). Pero él, el “heredero de todo” (Hebreos 1:2) se humilló haciéndose pobre, dejando sus glorias celestiales para nacer en un establo y ser aquí abajo “el pobre”, Aquel que no tenía dónde recostar su cabeza (véase Salmo 40:17; 41:1; Lucas 9:58). ¿Para qué? Para enriquecernos con esas mismas glorias y hacer de nosotros sus coherederos. ¡Adorable misterio de la gracia!
Los corintios no habían llevado completamente a cabo su feliz deseo de ayudar a las iglesias. El apóstol les escribe que está bien el querer, pero que el hacer vale aun más. ¡Ay!, nuestras buenas intenciones a menudo no van más allá de simples intenciones: esa Biblia o ese calendario bíblico que se pensaba regalar, esa visita que se quería hacer a un enfermo, ese pequeño favor que se podía hacer… Que Dios nos dé la misma prontitud tanto para el querer como para el hacer (v. 11-12). Es él quien produce lo uno y lo otro en nosotros “por su buena voluntad” (Filipenses 2:13), pero el retraso entre el movimiento del corazón y el de la mano proviene de nuestra negligencia.
La preocupación del apóstol Pablo era ser guardado no solo de toda deshonestidad, sino también de toda apariencia de mal ante los hombres (v. 21).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"