Para no tener vanos pesares en el día de la cosecha, sembremos –es decir, demos– a manos llenas durante la actual estación de la siembra (v. 6; Lucas 6:38; Deuteronomio 15:10). Lo que Dios ponga en nuestro corazón, hagámoslo, y hagámoslo alegremente. Lo que guardamos para nosotros no nos enriquecerá, y lo que damos no nos empobrecerá jamás (Proverbios 28:27). La gracia de Dios nos asegurará la provisión “siempre en todas las cosas”, no de todo lo que nos gustaría, sino de “todo lo suficiente” (v. 8). Los versículos 11 y 14 nos recuerdan que la generosidad desinteresada produce, en los que son ayudados, acciones de gracias hacia Dios y oraciones a favor de los dadores. Aunque el apóstol parte de un asunto que podríamos considerar secundario como es la beneficencia, sabe dirigir nuestros pensamientos hacia los más gloriosos temas, como la humillación del Señor (cap. 8:9), y el don inefable de Dios (v. 15). Apliquémonos a pasar así de los pequeños hechos que constituyen nuestra vida cotidiana a las dichosas verdades de nuestra fe. Una sencilla comida, un encuentro familiar, un regalo hecho o recibido con cariño, son oportunidades para dar gracias a Dios y pensar en el Don por excelencia: el que el Dios de amor hizo al mundo al enviarle su Hijo (véase Juan 3:16).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"