La vida de David se acerca a su fin. “El dulce cantor de Israel” evoca el pasado: ¡sabe que no condujo su casa como debía haberlo hecho! Pero descansa enteramente en la gracia de Dios, la que preparó para Israel y para el mundo un porvenir de gloria bajo el dominio de Cristo, el Rey de justicia y paz. Él será como el día radiante que se levanta después de la oscura noche, barriendo las tinieblas que ahora reinan sobre el mundo. Bajo ese dominio, los hombres temerán y servirán a Dios, produciendo fruto como el que brota de una tierra fertil y bien regada.
No esperemos a que llegue el final de nuestra existencia para hacer, de vez en cuando, el balance de nuestra propia vida, como el marino cuando toma la altura de su barco. El pasado es mi triste historia, pero al mismo tiempo es la conmovedora historia de la gracia del Señor para conmigo. El presente está marcado por dos deberes principales: obedecer al Señor y confiar solo en él. En cuanto al porvenir de los creyentes, lo sabemos, es la gloria. Cristo compartirá la suya con ellos, como lo dijo a su Padre (Juan 17:22).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"