Todos los que han seguido a David no lo han hecho por fe. Joab es un ejemplo. Para ese hombre solo cuenta su interés. Es inescrupuloso y si alguien se interpone en su camino, no retrocede ante el crimen. Los reproches que dirige a David son tanto más fuera de lugar por cuanto él mismo, debido al asesinato de Absalón, es responsable del dolor del desdichado rey. No obstante, ayudan a este a recuperarse, pensando en el interés del pueblo más bien que en su propia pena.
Las desgracias de David han producido sus frutos. La prueba le ha permitido conocer a su Dios de manera más real e íntima. Encontró la tribulación, la angustia, la persecución… el peligro y la espada. Pero todas estas cosas solo fueron otras tantas ocasiones de comprender mejor los inagotables recursos del divino amor (véase Romanos 8:35).
En medio del pueblo se notan disputas (v. 9), y en Judá, una enojosa falta de solicitud. Pero David obra con espíritu de gracia. Y los corazones se inclinan hacia él, como se someterán al Señor Jesús cuando, después de su victoria definitiva sobre sus enemigos, aparezca para reinar en gloria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"