Al final del capítulo 19 vimos elevarse una disputa entre Judá y las tribus de Israel. Seba, un nuevo enemigo, aprovecha la ocasión para arrastrar al pueblo a la rebelión (cap. 20). Asimismo, Satanás saca partido de nuestras querellas y se regocija de los desacuerdos que sobrevienen entre los hijos de Dios.
Una vez muerto Seba, todo vuelve a su orden. Entonces se recuerda la organización del reino del capítulo 8:15-18 (cap. 20:23-26), pero con una diferencia: los hijos de David ya no son los oficiales principales. Después del asunto de Absalón es fácil comprender la razón.
Este relato es muy triste. Saúl había violado el juramento hecho en otros tiempos por Israel a los gabaonitas (Josué 9:15). Ahora, mucho tiempo después, se rememora aquel crimen, que reclama una expiación según Números 35:19. El tiempo no borra los pecados cometidos. Estos siempre permanecen ante Dios. Pero para el creyente, la sangre de Cristo ha borrado todas sus faltas por completo. Colgado de un madero (Hechos 5:30; 10:39), hecho maldición por nosotros, Jesús expió nuestros pecados, el justo por los injustos. ¡A él sea nuestro agradecimiento y adoración, desde ahora y por la eternidad!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"