Los Salmos 3 a 7 se refieren a esta sombría página de la historia de David. Escapar delante de Saúl era poca cosa al lado de la huida delante de su propio hijo rebelde.
Pero, si su corazón está desgarrado, su sumisión y su confianza siguen siendo inquebrantables. Escuchemos estas hermosas palabras: “Tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí”. En el preciso momento en que Ahitofel propone una emboscada para caer de noche sobre el rey cansado y atemorizarlo (v. 2), ¿qué es lo que este último está declarando?:
Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba. No temeré a diez millares de gente…
(Salmo 3:3, 5-6).
Veamos la abnegación de los que permanecieron fieles a David. Primero están estos dos jóvenes: Ahimaas y Jonatán, cuyas piernas –y el espíritu de decisión– son útiles para el servicio del rey.
En lo que nos concierne, sepamos aprovechar las ocasiones de ayudar cada vez que se presentan. Indirectamente, se trata del servicio del “Rey”.
Al final del capítulo tenemos ejemplo de otras actividades para el Señor y su pueblo: preocuparse por el bienestar y las comodidades de los que están cansados, practicar la hospitalidad…
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"