En Corinto se habían formado diferentes bandos y las reuniones se resentían por ello. Los ricos avergonzaban a los pobres y provocaban sus celos. Y lo que era más grave, la cena era tomada indignamente por muchos y confundida con el ágape (comida tomada en común).
El apóstol aprovechó esa oportunidad para señalar lo que el Señor le había revelado especialmente: la cena es el santo recuerdo de un Cristo que se entregó por nosotros. Este recuerdo por un lado habla al corazón de cada uno de los participantes, por otro lado, proclama universalmente el hecho trascendental de que el Señor tuvo que morir. Y, hasta su regreso, nos invita a anunciar su muerte mediante el lenguaje, tan grande y simple a la vez, que el mismo Señor nos ha enseñado.
Por último, ese memorial habla a la conciencia del creyente, pues la muerte de Cristo significa la condenación del pecado. Tomar la cena sin habernos juzgado a nosotros mismos, nos expone, pues, durante nuestra vida terrenal, a los efectos de esa condenación. Esto explicaba la debilidadde muchos en Corinto (y tal vez entre nosotros), la enfermedad e incluso la muerte que había alcanzado a muchos (v. 30). Sin embargo, el temor no debe mantenernos apartados (v. 28). Ese temor puede y debe concordar con una ferviente respuesta a Aquel que dijo:
Haced esto en memoria de mí (v. 24-25).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"