Por medio del ejemplo de Israel, el apóstol Pablo nos hace medir la abrumadora responsabilidad de los cristianos profesantes. Exteriormente han participado de las más excelentes bendiciones espirituales: Cristo, su obra, su Espíritu, su Palabra… (v. 3-4). Pero Dios no puede agradarse de la mayor parte de ellos, pues les falta la fe (v. 5; Hebreos 10:38). Por la historia de este pueblo en el desierto, el Espíritu de Dios nos da un triste ejemplo de lo que nuestros corazones son capaces de producir, aun bajo el manto del cristianismo: codicias, idolatría, murmuraciones… Nos advierte solemnemente sobre lo que merecen esos frutos de la carne, aunque la gracia pueda obrar a favor del creyente. Con el fin de hacernos caer, el tentador procura hacer aparecer este mal que está en nosotros en toda su potencia, y esto precisamente cuando podríamos creer estar firmes por nuestras propias fuerzas (v. 12). Pero “fiel es Dios” (v. 13). ¡Qué aliento nos da pensar en ello! Si conocemos nuestra flaqueza, él no permitirá a Satanás tentarnos más de lo que cada uno pueda soportar (véase Job 1:12; 2:6). De antemano Dios ha preparado una salida victoriosa (v. 13). Apoyémonos en esas promesas cada vez que el enemigo se presente. Sí, “fiel es Dios”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"