Al inaugurar su reinado, el primer pensamiento de David es para el arca de Jehová. Junta treinta mil hombres, lo mejor de Israel, esta vez no para un combate, sino para escoltar dignamente el arca hasta Jerusalén. Nunca terminaremos de rendir honor a la persona del Señor Jesús. Pero, este homenaje, este culto, debe ser rendido con inteligencia y obediencia. Según el mandamiento divino, el arca debía ser llevada sobre el hombro (Números 7:9). Pero David y el pueblo no lo tuvieron en cuenta. Según su parecer, un carro nuevo, como el que habían utilizado los filisteos ignorantes, le convenía mucho más. ¿No era eso aparentemente más práctico que el transporte a pie? Y entonces Uza tocó el arca y fue herido de muerte. ¡Qué consternación! No habríamos pensado que era tan culpable. ¡Pues, sí! Dios quiere darnos a entender, a nosotros como a David, cuán grave es reemplazar sus enseñanzas por nuestras buenas intenciones y por nuestros propios arreglos, especialmente cuando se trata del culto.
¡Qué enojosa interrupción de esa hermosa ceremonia! David, irritado y asustado a la vez, desvía el arca y pierde así una bendición que, en cambio, va a aprovechar la familia de Obed-edom.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"