Mientras Nabal festeja como un rey (después de haber rechazado y ultrajado al verdadero rey), Dios mismo lo hiere. No perdemos nada al dejar que el Señor obre en nuestro lugar.
Abigail, mujer de fe, se distinguió por su buen entendimiento, su prontitud (v. 18, 23, 42), su humildad y su abnegación. “Cuando Jehová… te establezca por príncipe… acuérdate de tu sierva”, había pedido ella (v. 30-31; comp. con la petición del malhechor en Lucas 23:42).
La respuesta supera todas sus esperanzas: ahora David la hace su esposa (v. 42). Sin pesar, esa mujer abandona las riquezas de la tierra para compartir la suerte del rey rechazado en las cuevas y los desiertos. Unida anteriormente a un insensato, llega a ser la feliz compañera del “amado”, ¡ahora en los sufrimientos, pero más tarde en el reinado! Es una hermosa figura de la Iglesia, la Esposa de Cristo, compartiendo la posición de su Señor, hoy no reconocida y rechazada por el mundo, como lo fue Él mismo; pero, ¡mañana vendrá a reinar con él en gloria! “Si sufrimos, también reinaremos con él”, recuerda 2 Timoteo 2:12. Somos
Herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados
(Romanos 8:17).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"