“Me devuelven mal por bien”, dice David en el Salmo 35, versículo 12. Es lo que hace Nabal. Igual había hecho Saúl, como él mismo lo confesó en el capítulo precedente: “Me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal” (cap. 24:17). Pero esta vez, David no devuelve el bien. En un momento de irritación, el jefe ofendido ciñe su espada para vengarse. Ha dejado de parecerse al perfecto Modelo,
Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente
(1 Pedro 2:23).
En la casa de Nabal cohabitan la sabiduría y la locura. La locura se manifestó por boca de Nabal, el incrédulo (su nombre significa loco, ayer lo comparamos con el rico insensato de Lucas 12:16-21). La sabiduría interviene a su turno por medio de la piadosa Abigail, mujer de “buen entendimiento” (v. 3). Con sus presentes va al encuentro de aquel a quien reconoce como el ungido de Jehová. Se prosterna, confiesa su indignidad y exalta las glorias actuales y futuras que su fe discierne en el rey según Dios. Comprobamos que la locura y la incredulidad van juntas, así como la verdadera sabiduría es inseparable de la fe.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"