Samuel muere y con él cesan las oraciones que hacía subir fielmente a favor del pueblo (cap. 12:23). Moisés y Samuel son dos grandes ejemplos de la intercesión (Jeremías 15:1). Siempre es solemne cuando Dios retira un hombre o una mujer de oración, cuando una voz calla… tal vez, después de haber orado mucho por nosotros. Empero, la del Señor no se interrumpirá. Él está “viviendo siempre” para interceder por nosotros (Hebreos 7:25).
David, el verdadero rey, el salvador de Israel, está en medio de su pueblo como un fiel pastor. Cuida los rebaños del rico Nabal tan atentamente como otrora a sus propias ovejas. Ahora envía a sus jóvenes con palabras de paz para la casa de ese hombre (v. 6; comp. con Lucas 10:5). Pero Nabal no conoce a David y le desprecia (v. 10). Se parece a esos fariseos que decían de Jesús: “Respecto a ese, no sabemos de dónde sea” (Juan 9:29). Rechaza tanto al verdadero rey como a sus mensajeros. Es también lo que el Señor anunciaba a sus discípulos:
El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha
(Lucas 10:16).
Además, como el rico “insensato” de Lucas 12:16-20, Nabal habla de lo que Dios colocó en sus manos como si fuera suyo: mi pan, mi agua… (v. 11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"