Tal vez nos sea difícil comprender el carácter de Saúl. ¿Cómo conciliar sus pesares, sus promesas y sus demostraciones de afecto con el renovado encarnizamiento para perseguir a David y destruirlo? Nunca confundamos la fe con la sentimentalidad. Esta última es capaz de derramar abundantes lágrimas y repetir sin verdadera convicción: “He pecado” (cap. 15:30; 26:21); incluso puede tomar los más solemnes compromisos. Con todo, la conciencia no es tocada y la prueba de ello es que los frutos no son durables. Saúl es un hombre superficial, capaz de mucha emoción, pero sin fuerza para ejecutar sus buenas resoluciones, porque no tiene fe.
¡Qué dignidad conserva David pese a su humillación! Es perseguido como “perdiz por los montes” (v. 20); sin embargo, todo muestra que él es dueño de la situación. Reprende a Abner y firmemente formula a Saúl preguntas que este no puede contestar (v. 18).
Otra vez, nuestros corazones se dirigen hacia Aquel que, después de haber sido humillado, menospreciado y rechazado, “será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto”. Además, se agrega:
Los reyes cerrarán ante él la boca
(Isaías 52:13, 15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"