Llegamos, con el relato de la Pascua, a uno de los capítulos más importantes del Antiguo Testamento. La redención anunciada se va a cumplir al mismo tiempo que el más terrible de los juicios caerá sobre Egipto. El pecado merece la muerte, y todos han pecado, tanto los israelitas como los egipcios. Pero, para los que pertenecen al pueblo de Dios, un cordero va a morir en su lugar. Clara y conmovedora imagen de Jesús, “un Cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo” y muerto en el momento fijado por Dios (1 Pedro 1:19). Nosotros hacemos nuestro ese sacrificio; eso es lo que significa comer la pascua (1 Corintios 5:7-8). El cordero asado al fuego es figura de Cristo al experimentar el ardor del juicio divino. Las hierbas amargas corresponden al sentimiento que experimentamos al pensar que Sus dolores se debieron al hecho de que nuestro pecado le condujo allí. El cordero se comía en familia. Los padres, los hijos, cada uno en casa tenía su parte. Querido lector, usted también, personalmente, ¿ha “comido la pascua”? ¿Por la fe se apropió de la muerte expiatoria del Señor Jesús? El momento de la conversión es una fecha inolvidable, pues señala la línea de partida de la verdadera vida, el nuevo nacimiento del hijo de Dios (v. 2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"