Como lo había prometido, Ana se separó de su pequeño hijo quien, desde ahora, habita con Elí en Silo, en la presencia de Jehová. Notemos el contraste entre este niño que sirve y los hijos de Elí, ya adultos, cuya mala conducta era un escándalo para el sacerdocio. ¡Qué triste ejemplo ofrecían estos a todo el pueblo y en particular al pequeño Samuel, quien los veía todos los días! Ustedes, los mayores, cuiden el ejemplo que dan a los más pequeños que están a su alrededor. Recuerden estas serias palabras del Señor:
Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar
(Mateo 18:6).
Y en cuanto a los más jóvenes, no se dejen influir por la mala conducta de ciertas personas mayores o de quienes, si bien se dicen cristianos, con su mal comportamiento niegan a Cristo. ¡Miren al Señor Jesús!
Por medio de la hermosa historia de Samuel comprobamos que incluso un niño puede servir al Señor, y que también puede parecerse a Jesús (comp. v. 26 con Lucas 2:52).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"