Dios no contesta las oraciones que tienen como objeto nuestra propia satisfacción (Santiago 4:3). Por el contrario, cuando nuestro blanco es su gloria, nunca dejará de concedernos lo que pedimos (Juan 14:13).
Es el caso de Ana. Pidió un hijo, no para guardarlo egoístamente junto a ella, sino para que fuese un siervo de Dios
Todos los días de su vida
(v. 11).
El más grande deseo de los padres cristianos debe ser que sus hijos, desde su niñez, sean consagrados al Señor Jesús. Sin duda, para varios de ustedes, jóvenes lectores, fue esta la oración de sus padres desde antes de su nacimiento. Pero, la respuesta depende también de su deseo personal. Si, como Samuel, usted tiene una piadosa madre que día tras día le presentó al Señor, posee un gran privilegio, pero igualmente una responsabilidad.
Ana expuso su petición a Dios “en toda oración y ruego” como exhorta Filipenses 4:6. Y también cumplió con el versículo anterior al contestar gentilmente a Elí, quien la acusó de estar ebria. Su rostro ya no es el mismo (v. 18). La paz de Dios llena su corazón (Filipenses 4:7) aun antes de obtener la respuesta, la que no tardará.
“Pedido a Dios” será, pues, el nombre del pequeño Samuel (v. 20).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"