En la corte de Faraón, Moisés había sido instruido en toda la sabiduría de los egipcios. Pero no había aprendido a conocer a “Yo SOY”. Los años pasados en el palacio real tampoco habían podido hacer de él un instrumento calificado para la liberación del pueblo. El asesinato del egipcio manifestó más bien lo contrario. Después de los cuarenta años pasados en la escuela de Faraón, hacen falta otros cuarenta en la escuela de Dios, en lo apartado del desierto. Como resultado, Moisés no tiene nada más de qué prevalerse. En otro tiempo era “poderoso en sus palabras y obras” (Hechos 7:22), pero ahora afirma no tener ninguna elocuencia y pone de lado toda su capacidad personal. Pero, si bien ha cesado justamente de tener confianza en sí mismo, todavía no tiene plena confianza en Dios. Debe aprender que, cuando el Señor asigna un servicio, al mismo tiempo da los recursos para cumplirlo.
La vara que se transforma en serpiente muestra que, aunque Dios permite que Satanás obre por un momento, Dios siempre está por encima del diablo para anular su poder. En la cruz, Cristo triunfó sobre las potestades de maldad (Colosenses 2:15). La mano que luego de ser introducida en su seno (el corazón, fuente del mal) es retirada leprosa y después vuelta a sanar, ilustra la potestad de Dios para quitar la mancha del pecado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"