Egipto ofrece una sorprendente ilustración del mundo o, dicho de otra manera, de la sociedad humana organizada sin Dios. Pero, al mismo tiempo que rehúsa la autoridad de Dios, el mundo se ha buscado un amo: Satanás, llamado el príncipe de este mundo (Juan 16:11). Es un príncipe duro y exigente del cual el cruel Faraón constituye una notable imagen. Y cuando la conciencia de alguien empieza a despertar y a suspirar por la liberación (como Israel en este capítulo), Satanás se esfuerza por retenerlo y atarlo mediante el aumento de sus ocupaciones (v. 9). Lo distrae con un torbellino de actividad para apartar tales pensamientos de su espíritu e impedir que encuentre el tiempo para atender las necesidades de su alma.
Sí, nosotros también hemos conocido lo que es gemir bajo el yugo de Satanás, como “esclavos del pecado” (Romanos 6:17), “esclavos de concupiscencias y deleites diversos” (Tito 3:3), incapaces de liberarnos por nuestros propios esfuerzos. ¿Se encuentra usted todavía en ese terrible estado? La Palabra nos anuncia una liberación ya conseguida. Cristo, más grande que Moisés, no se limitó a anunciar esta redención, sino que la realizó. Arrancó nuestras almas de la horrorosa servidumbre del diablo, del mundo y del pecado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"