Israel ha caído muy bajo. En absoluto sufre a causa de la dominación de los filisteos, sino que le molesta el libertador que Dios le dio. Los hombres de Judá suben con el propósito de atar a Sansón y deshacerse de él. Le dicen: “¿No sabes tú que los filisteos dominan sobre nosotros?”. Eso es como decir: «Estamos satisfechos de como están las cosas. ¿Por qué nos traes dificultades?».
Pero esto brinda una oportunidad a Sansón: rompe las cuerdas nuevas y, por su propia mano, consigue una brillante victoria. Como la aguijada de Samgar (cap. 3:31), la quijada de asno es un arma despreciable, lo cual hace resaltar que la victoria viene solo de Dios.
Una vez terminado el combate, Sansón hace la experiencia de que le hace falta el agua que Dios da. En respuesta a su oración, ella brota de la cuenca (o peña), esa roca que nos habla siempre de Cristo (1 Corintios 10:4). Asimismo, si se lo pedimos, Dios nos dará los frescos y vivificantes recursos de su Palabra que el Espíritu adapta a nuestras necesidades.
La victoria sobre el león había procurado a Sansón alimento; después de esta, Dios le da de beber. Las victorias que el Señor nos otorgue, si confiamos en él, siempre serán la ocasión para fortalecer y refrescar nuestras almas, gozando de Su amor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"