El capítulo 12 enseña lo que debe ser la consagración y el servicio cristianos. El capítulo 16, a su vez, nos muestra la práctica por parte de los creyentes de Roma a los cuales el apóstol dirige sus saludos. Aquí tenemos, escribió alguien, «una página típica del libro de la eternidad… No hay un solo acto de servicio que prestemos a nuestro Señor, que no sea sentado por escrito en su libro, y no solamente la sustancia del acto, sino también la manera en que es hecho…». Por eso, en el versículo 12, Trifena, Trifosa y Pérsida, la amada, no son nombradas juntamente, pues si bien las dos primeras trabajaban en el Señor, la tercera había “trabajado mucho”, y sus servicios no son confundidos. Aquel que no se equivoca lo considera y lo anota todo.
Pablo, por su parte, no olvidaba lo que había sido hecho para él (v. 2, 4). Aquí encontramos a sus “compañeros de obra”, Priscila y Aquila (Hechos 18). La iglesia simplemente se reunía en su casa. ¡Qué contraste con las ricas basílicas construidas desde entonces! Los saludos en Cristo contribuyen a estrechar los lazos de comunión fraternal. Nosotros no deberíamos olvidar de transmitir aquellos que nos han sido confiados.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"