En Corinto había sido formada una numerosa iglesia por medio del ministerio del apóstol Pablo (véase Hechos 18:10). Este fiel pastor, como celoso evangelista, seguía velando sobre ella con solicitud (2 Corintios 11:28). Desde Éfeso escribió esta primera carta que se dirige también a
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo (v. 2).
Igualmente fue escrita para usted, querido lector, si forma parte de aquellos “todos”.
Pablo había recibido noticias desagradables de Corinto. Varios desórdenes se habían producido en esta iglesia. Pero, antes de abordar esos penosos temas, recuerda a esos creyentes cuáles son sus riquezas espirituales y las atribuye a la gracia de Dios (v. 4-5). Para medir nuestra responsabilidad y tomar más en serio nuestra vida cristiana, tratemos, de vez en cuando, de hacer la cuenta de nuestros inestimables privilegios y demos gracias al Señor, como el apóstol lo hace aquí.
El primer reproche dirigido a la iglesia de Corinto concierne a sus disensiones. Allí seguían al hombre, a Pablo, a Apolos, a Cefas y a Cristo como a un maestro más excelente que los demás, (Juan 3:2) en vez de estar unidos en la comunión con “Jesucristo nuestro Señor”, el Hijo de Dios (v. 9). ¡Que sea siempre nuestra parte gozar de esta comunión! (1 Juan 1:3).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"