Para “los que se salvan”, la palabra de la cruz es poder de Dios. Pero, para los que no tienen la vida divina, no es más que locura. Todo lo que significa la cruz (la muerte de un justo exigida por la justicia de Dios, el perdón gratuito para los pecadores, el hombre natural puesto a un lado) son verdades que se oponen a la razón humana. Pero si, por el contrario, se presentan milagros y obras espectaculares, un noble ideal que requiere esfuerzos… ¡enhorabuena!, ésta es la clase de religión que no choca a nadie. Pues bien, a todos los sabios, escribas, disputadores, en una palabra, a los espíritus fuertes de este siglo (y de todos los siglos) el versículo 18 los coloca bajo una común y espantosa designación: “los que se pierden”.
Es un hecho notorio que entre los redimidos del Señor hay pocos sabios, poderosos o nobles… (v. 26), pues a estos les es más difícil que a los demás volverse como niños (Mateo 18:3; 11:25). Para glorificarse, Dios escoge lo que es débil, vil y menospreciado, y tales son los creyentes según la opinión del mundo. Pero qué importa su propio valor, ya que están en Cristo y él es, para ellos, poder, sabiduría, justificación, santificación y redención (v. 24, 30).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"