El apóstol tenía la mejor opinión de los cristianos de Roma (v. 14). Suponer el bien en nuestros hermanos es tener confianza en Cristo que está en ellos. También es estimularlos a mantenerse en ese nivel. Con conmovedora humildad Pablo anuncia su visita a los romanos, no como si sus exhortaciones les fueran necesarias, sino reconociéndoles la capacidad de exhortarse mutuamente. Tampoco se expresa como si ellos fueran a tener el honor de su presencia, sino como quien desea disfrutar de la presencia de ellos (v. 24). Finalmente, el gran apóstol dice a sus hermanos de Roma que tiene necesidad de sus oraciones (v. 30).
Impulsado por su celo por el Evangelio, Pablo había tratado a menudo de dirigirse a Roma. Pero Dios en su sabiduría se lo impidió. En los versículos 20 a 22 da la razón de su tardanza en visitar a los creyentes de esa ciudad. De hecho, esta capital del Mundo Antiguo no debía volverse el centro de su obra, para que la iglesia de Roma no pudiese alegar que había sido fundada por un apóstol y así hacerse superior a las demás asambleas… Un hermano dijo: «La Iglesia (entera) es la verdadera capital celestial y eterna de la gloria y de los caminos de Dios».
El deseo del apóstol: “que sea recreado juntamente con vosotros” (v. 32), fue cumplido: “Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento” (Hechos 28:15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"