“La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (v. 17). Es, pues, indispensable que esta palabra eficaz sea proclamada a través del mundo.
Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación,
escribía el profeta Isaías (cap. 52:7). Entonces se trataba solo de Cristo. En adelante es cuestión de “los que anuncian la paz”, pues los redimidos a su vez se vuelven predicadores. En efecto, si cada uno de ellos quisiera ser, allí donde el Señor lo envía, un mensajero lleno de fervor, los llamados del Evangelio resonarían hasta los extremos de la tierra (v. 18). El versículo 15 nos muestra de qué manera deben predicar los creyentes: no solamente con sus palabras, sino también por la hermosura moral de su andar, sus pies calzados con “el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15). La entristecida pregunta: “¿Quién ha creído?” (Isaías 53:1), subraya que muchos corazones permanecerán cerrados. Era el caso de Israel, a pesar de las advertencias de todo el Antiguo Testamento: Moisés (Romanos 10:19), David (v. 18), Isaías (v. 15-16, 20-21), es decir, la Ley, los Salmos y los Profetas. Pero tengamos cuidado de no ser nosotros también desobedientes y contradictores (v. 21).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"