El afecto del apóstol por su pueblo se manifestaba en gran manera por las oraciones (v. 1). Este es igualmente nuestro primer deber para con los inconversos que se hallan entre nuestros allegados. Por experiencia propia, Pablo sabía que se puede ser “celoso de Dios” y, sin embargo, andar por un camino equivocado. ¡Cuántas obras, a menudo generosas y sinceras, están destinadas a fracasar porque no son “conforme a ciencia” (es decir, no concuerdan con el divino pensamiento; v. 2). Y esto, máximo cuando se trata de los vanos esfuerzos desplegados por muchas personas que quieren ganarse el cielo, mientras que solo basta asirse de la palabra que está “cerca de ti” (v. 8). Hacen pensar en un hombre que ha caído a un precipicio y persiste en intentar subir por sus propios medios en lugar de confiar en la cuerda de salvamento que le ha sido arrojada.
Los versículos 9 y 10 nos recuerdan que la fe del corazón y la confesión de la boca son inseparables. Se puede dudar de la realidad de la conversión de quien no tiene el ánimo de confesarla.
En el versículo 22 del capítulo 3 “no hay diferencia” frente al pecado. Aquí, en el versículo 12, “no hay diferencia” en cuanto a la salvación. Todos pueden obtenerla. El Señor es suficientemente rico para satisfacer las necesidades de todos los que le invocan.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"