Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José.
(Hebreos 11:21)
Al conferir al más joven la bendición del mayor e inversamente, su pensamiento debió trasladarse a la triste escena del capítulo 27. Ahora está ciego, como lo estaba entonces Isaac. Pero sabe discernir el pensamiento de Dios. Se ha observado que Jacob nunca había andado tan bien como cuando cojeaba y que nunca había visto tan claro como cuando se quedó ciego. Invoca al “Dios que ha sido el Pastor mío desde que existo hasta el día de hoy” (v. 15, V. M.). Conocía por experiencia las actividades y las penas de un pastor (cap. 31:38-40). Ahora toma el lugar de una oveja y mide los pacientes cuidados de los cuales ha sido objeto por parte de su Pastor. Como Jacob, David también aprendió junto al rebaño, pues “era pastor de las ovejas” (1 Samuel 17:34). Más tarde fue llamado para que apacentara a Israel (2 Samuel 7:7-8). Y, sin embargo, es él quien compuso el Salmo 23: “Jehová es mi pastor”. Cada uno de nosotros conoce el nombre bondadoso con el cual el Señor Jesús se designa:
Yo soy el buen Pastor.
(Juan 10:11, 14)
Nombre que justificó al dar su vida por sus amadas ovejas, y también cuidando de ellas y conduciéndolas como Dios cuidó de Jacob, incluso sin que lo supiera, durante toda su vida. Pero, ¿puede cada uno de nosotros decir como Jacob y David: Él es mi Pastor?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"