El cumplimiento del sueño de Faraón era inseparable de la persona de José. Primero la abundancia y luego el hambre hicieron que José fuera reconocido como el sustentador de la vida, el salvador del mundo (v. 25).
Cristo es el centro de las profecías. Pronto poseerá el dominio universal. Todas las familias de las naciones se postrarán ante Él (Salmo 22:27). Pero, para pertenecerle y rendirle homenaje, los creyentes no esperan hasta ese momento. Jesús realiza un trabajo en ellos. Empieza por saciar a aquellos cuyas almas tienen necesidades (Salmo 107:9). Después, como José con los egipcios, hace que poco a poco todo se encuentre sometido a Dios. Aceptar los derechos del Señor sobre nuestros días, bienes, cuerpos y corazones, tal es el secreto de una entera liberación. El Señor no se contenta con un sacrificio cualquiera de nuestra parte. Nos reclama por entero en virtud del derecho que adquirió sobre nosotros. Nos ha comprado a gran precio para Dios (1 Corintios 6:19-20). Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos llegado a ser los felices siervos de Dios y del Señor Jesucristo (comp. Santiago 1:1), con todas las consecuencias que eso acarrea. En adelante dependemos enteramente de Él, no solamente para ser provistos de todo, sino también para que en nuestra vida haya frutos para su gloria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"