Más que sus glorias y sus riquezas, hemos considerado el amor de José por sus hermanos y la grandeza de su perdón. Para aquellos de entre nosotros que viven en familia, con hermanos y hermanas, ¿no es ocasión para aprender una conmovedora lección de amor y de paciencia? Pero el amor de José por su padre Jacob, su consideración, sus atenciones, su prisa por verlo, su diligencia para ponerse a su disposición, también son un modelo para nosotros. ¿Amamos y respetamos así a nuestros padres?
La familia de Israel se pone en camino, y ¡pasa por Beerseba, pozo del juramento! Allí las promesas son confirmadas a Jacob por un Dios fiel: “No temas de descender a Egipto”, le dice (v. 3; comp. Isaías 41:14). ¡Qué cambio se produce en Jacob! Antes era conducido por su propia voluntad, ahora teme dar un paso sin Dios. Por eso Dios lo estimula prometiéndole descender con él. ¿Puede el Señor acompañarnos siempre a todos los sitios donde vamos?
Luego tiene lugar el conmovedor encuentro con su muy amado hijo, quien todo lo ha preparado con abnegación para la felicidad de los suyos.
Voy, pues, a preparar lugar para vosotros (prometió el Señor Jesús) para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
(Juan 14:2-3)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"