La autoridad de las Escrituras

CHM Autoridad Escrituras

Introducción

La Escritura es la Palabra de Dios, y ella juzga al hombre a fondo. Pone al desnudo las profundas raíces de su naturaleza, descubre los mismos cimientos de su ser moral. Es el único espejo fiel en el cual puede verse perfectamente reflejado. Esta es la razón por la cual al hombre no le gusta la Escritura; no puede soportar la Palabra; intenta ponerla a un lado; le encanta buscar defectos en ella; se atreve a juzgarla. No sucede lo mismo con otros libros. Los hombres no se preocupan tanto por descubrir y señalar errores y contradicciones en Homero, Herodoto, Aristóteles o Shakespeare. Pero la Escritura los juzga: juzga sus caminos, sus malos deseos. De ahí la enemistad de la mente natural contra ese precioso y maravilloso Libro que, como ya lo señalamos, lleva consigo sus propias credenciales para todo corazón divinamente preparado. Hay un poder en la Escritura que derriba todo lo que tiene ante ella. Todos, tarde o temprano, deberán inclinarse ante ella.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta
(Hebreos 4:12-13).