La progresiva revelación de Dios

Dios se reveló progresivamente

1 Corintios 1:21 nos dice que “el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría”. Pero Dios quiso, por propia iniciativa, revelarse progresivamente.

1.  “Lo que de Dios se conoce les es manifiesto… Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:19-20). El Dios creador, su eterno poder y divinidad, se revelan “por medio de las cosas hechas”. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. No hay lenguaje ni palabras… (empero) por toda la tierra salió su voz” (Salmo 19:1 y 3).

2.  A Adán, Dios se le dio a conocer como “Jehová Dios”. Él le colmó de cuidados; pero el hombre transgredió el único mandamiento que le había sido impuesto y fue echado del huerto. Sin embargo, en Génesis 4:26, después de na­cer su nieto Enós (hombre mortal), “los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”. Enoc camina con Dios; luego, Dios se manifiesta a los patriarcas. Noé es divinamente advertido del diluvio y por la fe construye el arca (Hebreos 11:7).

Con el llamado dirigido a Abraham comienza un nuevo período en el cual Dios se da a conocer. Babel había traído la confusión. La idolatría se había extendido (Josué 24:2). Jehová dijo entonces a Abram: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). En Hechos 7, el relato de Esteban es más preciso: “Sal de tu tierra… ven a la tierra que yo te mostraré”. Varias veces Dios se le aparece a Abraham. Es para él el “Dios Todopoderoso” (Génesis 17:1). También se revelará a Isaac, y luego a Jacob, con ese mismo nombre (Génesis 28:2-5; 35:11-12).

Transcurren los siglos. Una nueva revelación es hecha a Moisés con la aparición en la zarza (Éxodo 3) y sobre todo en Sinaí. Y a lo largo del desempeño del conductor, Jehová hablará con él “boca a boca… cara a cara” (Números 12:8; Deuteronomio 34:10, V.M.)

3.  Sin embargo, cuando se acerca la partida de Moisés, al final del Deuteronomio, él debe decir: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos” (Deuteronomio 29:29). ¡Cuántas cosas aún tenía que revelar Dios más allá de la ley!

4.  Hebreos 1 resume el camino recorrido hasta Cristo:

Dios, habiendo hablado mu­chas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.
(Hebreos 1:1-2)

5.  El Señor Jesús vino a la tierra y comenzó su ministerio. Enseñaba a sus discípulos (Ma­teo 5 a 7); hablaba a las multitudes en parábolas (Mateo 13:34), mas a sus discípulos se las explicaba cuando estaban a solas (Marcos 4:10-11), pero,

6.  Cuando iba a dejar a los suyos les dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:12-13).

7.  El Espíritu Santo iba a revelar la “sabiduría de Dios”. 1 Corintios 2:7-16 nos refiere el camino que él seguiría con esa finalidad.

La sabiduría de Dios en misterio estaba oculta, predestinada desde antes de los siglos para nuestra gloria (v. 7). Dios nos la reveló por su Espíritu (v. 10). Ese “nos” se refiere a aquellos a quienes Dios eligió para ser vasos de su revelación y transmitirla (v. 10-11).

Éstos, habiendo recibido el Espíritu de Dios, conocieron las cosas que Dios les había concedido; luego, divinamente inspirados, pudieron hablar de esas cosas, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con palabras enseñadas por el Espíritu (v. 13). No solo fueron expresados los pensamientos generales revelados por Dios, sino que también el Espíritu enseñó las palabras para transmitirlos. Las cosas espirituales fueron comunicadas a hombres espirituales y no al “hombre natural” (griego: “animal”), quien “no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios” (v. 13-14). Aquel que es espiritual discierne todas las cosas: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (v. 16).

8.  Faltaba aún revelar “el misterio de Cristo”, el cual no había sido dado a conocer anteriormente, a saber, “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3:4-6). Por el apóstol, y otros “profetas”, esas “inescrutables riquezas de Cristo” fueron anunciadas ante todos.

9.  En cuanto al porvenir, tenemos “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). Aunque los escritores de las epístolas ya habían hablado de ellas, era necesaria esta revelación para que la Escritura fuese completa, a la cual nada hay que añadir ni quitar (Apocalipsis 22:18-19).