Apocalipsis

Comentario bíblico detallado

Babilonia y la bestia romana - Cap. 17 y 18

Babilonia, la ramera

Anteriormente fueron mencionados dos poderes que ocupan un lugar principal en los acontecimientos del fin:
•  La bestia (cap. 13:1), el jefe del imperio romano que debe formarse nuevamente y que también se presenta bajo la forma de la “gran ciudad” (cap. 16:19).
•  La gran Babilonia (cap. 16:19), que representa el poder religioso corrompido que subsistirá después del arrebatamiento de los creyentes.

En los capítulos 17 y 18, que forman una clase de paréntesis, se habla de su carácter, de sus vínculos, de su antagonismo y de la destrucción final de la gran Babilonia. Al comienzo del capítulo 19 el juicio de esta es celebrado en el cielo, mientras la destrucción de la bestia romana (al mismo tiempo que la del falso profeta, el anticristo) es descrita al final del mismo capítulo.

La sentencia contra la gran ramera: cap. 17:1-2

Aquí el apóstol Juan es invitado por uno de los siete ángeles que tienen las siete copas a ir a ver una escena de juicio: “Te mostraré la sentencia contra la gran ramera”. Esta invitación subraya la importancia de la visión que ocupa los capítulos 17 y 18. Es el juicio definitivo de aquella “con la cual han fornicado los reyes de la tierra”. Su identidad no es revelada enseguida, pero el ángel describe su carácter antes de mostrarla, para provocar el horror que ella merece, pues su apariencia podría ser engañosa. “Sentada sobre muchas aguas”, ha controlado durante mucho tiempo las corrientes que animan los pensamientos de los hombres y ha participado activamente en la corrupción de los que ejercen el poder en la tierra. Su influencia corruptora es tal que “los moradores de la tierra” han sufrido sus efectos perniciosos, haciéndoles perder todo sentido moral.

La mujer vestida de púrpura: cap. 17:3-4

Juan es llevado en espíritu al desierto para observar un espectáculo sorprendente: una mujer soberbia, suntuosamente ataviada, pero impía y corrompida, que parece ser la imitación de la esposa de Cristo. Varios rasgos se ponen en evidencia:
•  Está sentada sobre una bestia escarlata, llena de nombres de blasfemia, tiene siete cabezas y diez cuernos.
•  Está vestida de púrpura y de escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas.
•  En la mano tiene una copa llena de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación.
•  Sobre su frente un nombre escrito: Misterio (V. M.).

¡Qué espectáculo inimaginable es tal mezcla de apariencias suntuosas y de corrupción interior! Dos poderes de gran apariencia están estrechamente vinculados: la mujer y la bestia. No obstante, son muy distintos. La mujer domina a la bestia, al menos por un tiempo, porque el poder mediante el cual ella domina no es suyo.

Al final del libro, Juan será invitado de la misma manera y será llevado a un monte alto (cap. 21:9). Allá, mientras el tema de las siete plagas ha sido clausurado desde hace mucho tiempo, y otros acontecimientos han sido presentados en los capítulos 19 y 20, está bien precisado que la invitación es hecha por uno de los siete ángeles que habían tenido las siete copas de las siete últimas plagas. Entre estas dos escenas existe, pues, un vínculo. En los dos casos, Juan es llevado a ver a una mujer, pero ¡qué contraste! En el capítulo 21 se trata de “la desposada, la esposa del Cordero… la gran ciudad santa de Jerusalén”, vista en toda su pureza y esplendor.

El misterio: cap. 17:5-7

En la frente de esta mujer hay un nombre escrito, un misterio: “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. Es un misterio, un secreto que solo la revelación divina descubre entonces. Pablo había declarado a los tesalonicenses: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:7), pero todavía no había tomado la forma de un poder religioso organizado sentado sobre el poder político. El verdadero carácter de esta mujer es muy diferente de lo que se podría discernir a simple vista. No solo ella es corrompida, sino que es la madre, la fuente de toda clase de corrupciones religiosas y morales. Además es culpable de haber perseguido a muerte a los santos, los que son santificados por la fe (cap. 13:7), y especialmente los testigos de Jesús (cap. 11:3, 7), que lo haya hecho ella misma o por medio del poder político que ella domina.

Ante este espectáculo, Juan se asombra profundamente, y el ángel le confirma que le va a dar las explicaciones necesarias, especialmente lo que son:
•  la mujer misma;
•  la bestia que la lleva;
•  las siete cabezas y los diez cuernos de la bestia.

El asombro de Juan impide identificar a la mujer, sea con la Babilonia histórica1  cuyos caracteres de impiedad y corrupción eran bien conocidos, o con un poder político como el de la Roma pagana cuya corrupción era tan evidente como su fastuosidad. Estos versículos nos muestran que la mujer ramera lleva los caracteres y la responsabilidad de todo sistema religioso que, en el curso de los siglos, en asociación con el poder político (v. 2), se ha enriquecido (v. 4) y ha perseguido a los santos hasta matarlos (v. 6). Ella representa la profesión cristiana sin vida, unificada al final bajo una autoridad romana (v. 9) que subsistirá después de que el Señor haya arrebatado a todos los que tienen la vida eterna por la fe en él. Entonces, durante cierto tiempo, semejante sistema formado por los que solo son cristianos de nombre, será asociado al poder blasfemo de la cabeza del imperio romano, la bestia (v. 3). Comprendemos el asombro del apóstol al ver así designado, como el objeto de tan severo juicio, el sistema religioso de gran apariencia que, después del arrebatamiento de la verdadera Iglesia, asume todavía la pretensión de serlo.

  • 1El juicio pronunciado sobre la Babilonia histórica indica claramente que ella no debe ser restaurada (Jeremías 51:64).

Los diez cuernos y la bestia romana

La bestia que volvió a vivir: cap. 17:8

La bestia que Juan ve, la que lleva a la mujer, es la misma que había visto subiendo del mar, “que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (cap. 13:1). Aquí sube del abismo: así se muestra el origen diabólico de su reaparición y de su poder. Ella había existido, luego había sido herida de muerte, pero cuando su herida mortal es sanada, vuelve a vivir y es admirada por toda la tierra. El siguiente parágrafo nos mostrará que esta bestia es el jefe del imperio romano, restaurado después de haber desaparecido durante más de quince siglos1 . Su reaparición será un tema de asombro y admiración servil para “los moradores de la tierra”, los que no tienen la vida divina, “cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida” (comp. con cap. 13:8).

Las siete cabezas: cap. 17:9-11

El ángel da una doble explicación de la imagen de siete cabezas que da el significado de la profecía y permite ubicar la bestia geográfica e históricamente:
•  Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer; esto designa claramente a Roma, la ciudad de las siete colinas, universalmente conocida con este título, como la sede es este poder. Allí también se podría ver un conjunto de poderes que darían su autoridad a la bestia, pero a esto corresponde más bien la imagen de los cuernos (v. 13).
•  Las siete cabezas también son siete reyes de los cuales uno existe en el momento en que Juan recibe la revelación: es, pues, un emperador romano. Es más fácil interpretar la sucesión de los cinco reyes que lo precedieron: podemos ver allí las diversas formas de autoridad que han gobernado Roma o los imperios sucesivos mencionados en la Escritura: Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-persa y Grecia, o también los emperadores que marcaron particularmente la historia de Roma. Ninguna interpretación es realmente convincente. Sin embargo, es claro que el poder romano efectivamente desapareció con la forma imperial, bajo los asaltos y las invasiones de los bárbaros. Este poder debe renacer por poco tiempo bajo una forma imprecisa, la séptima; esta será reemplazada a continuación por un poder imperial, el octavo, que es de hecho el renacimiento de una forma desaparecida, la forma romana. Lo vemos al relacionar el versículo 11 con los versículos 3 y 12 del capítulo 13. Pero cualquiera que sea su poder y la fascinación que su poder diabólico ejerce sobre los hombres, su juicio es pronunciado: ella va a la perdición.

Podríamos asombrarnos al considerar este poder imperial, que se opondrá a Cristo cuando él venga a establecer su reino, como un renacimiento del imperio romano más bien que como poder nuevo salido de la competencia o de las alianzas de las naciones modernas. En efecto, es Dios quien dispone de todo según sus propósitos, incluso si deja, durante bastante tiempo, a los hombres y naciones seguir sus propias ambiciones. Ahora bien, el Eterno Dios había establecido su trono en Jerusalén y castigó a Israel desobediente e idólatra, quitándole su trono, para confiar el poder universal en la tierra a Nabucodonosor y a sus sucesores. Reveló a Daniel que cuatro imperios se sucederán hasta que sea establecido el reino del Mesías: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44). Cualesquiera que sean los sucesos de la historia, Dios los resume según el propósito que ha formado y anunciado anticipadamente. El último imperio universal será, pues, una restauración por un tiempo del “cuarto reino” (Daniel 7:23), el imperio romano, que debe ser destruido para dar lugar al reino de Cristo.

Los diez cuernos: cap. 17:12-14

Los diez cuernos son diez reyes que representan diez naciones estrechamente aliadas (tienen un solo y mismo pensamiento). Primero, provistos de autoridad, la ejercen un tiempo (una hora) con la bestia. Sin duda constituyen juntos el séptimo poder. Luego abdican su autoridad y ponen su poder a disposición de la bestia, la cual domina sola y constituye el octavo poder, que de hecho es la reaparición de la forma imperial romana. Esos reyes parecen conservar su identidad, aunque hayan remitido todo su poder a la bestia. Esta los reunirá finalmente con sus ejércitos para “la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (cap. 16:14), a fin de combatir contra el Cordero, último esfuerzo de Satanás y de sus instrumentos para oponerse a Cristo quien viene a establecer su reino.

El Cordero los vencerá, y al fin será públicamente manifestado como “Señor de señores y Rey de reyes”. Ninguna confederación de reyes y de ejércitos podrá mantenerse delante de él cuando salga del cielo para juzgar y combatir en justicia (cap. 19:11, 16). Aquí se subraya que “los que están con él son llamados y elegidos y fieles”, y son asociados a la victoria del Cordero (comp. con 19:14). Qué consuelo para la fe saber que Dios, cualesquiera que sean las pretensiones de los pueblos y de sus dirigentes, mantiene el control de todo, y que pronto Cristo será manifestado en poder y en gloria (Colosenses 3:4).

  • 1El último emperador romano de occidente, Rómulo Augusto, fue destronado en el año 476.

El juicio de la ramera

La mujer sentada sobre las aguas: cap. 17:15

Aunque estén estrechamente asociadas en el momento en que Juan las ve, la mujer y la bestia deben ser claramente diferenciadas una de la otra. Desde el comienzo del capítulo, la mujer, la prostituta, ha sido vista como sentada sobre muchas aguas, y el versículo 15 nos da la explicación: su influencia se ejerce sobre los “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”, mientras la bestia ha reunido en su mano el poder de diez reyes confederados. Parece que el poder de la mujer es de otra naturaleza. De un lado, se sirve del poder civil y militar de la bestia que ella domina; por otro lado, ejerce su propia influencia moral sobre todo lo que constituye la vida intelectual, las comunicaciones y los vínculos que un gran número de pueblos han establecido entre ellos para administrar sus intereses comunes. Además está sentada y parece disponer de una solidez que se apoya sobre antiguas estructuras. Cree en su perpetuidad y se gloría, como se ve más adelante (cap. 18:7). Pero es bien ilusoria, como todos los caracteres que ella exhibe con ostentación.

Destrucción de la ramera: cap. 17:16-17

Nueva sorpresa para el que contempla esta visión. Mientras una armonía y una unidad completas parecen unir a la mujer con la bestia sobre la cual está sentada, y sus diez cuernos, la escena cambia bruscamente: los diez cuernos y la bestia se vuelven contra la mujer para destruirla. Parece que la iniciativa viene más bien de los cuernos que de la bestia que se une a ellos y los ayuda. Esto no se produce en un momento. La mujer primero es aborrecida tal vez en secreto, y luego de manera cada vez más abierta. Es progresivamente desolada (hecha desierta), luego despojada de sus atributos y hecha despreciable (desnuda). Sus enemigos se apropian de sus bienes y la destruyen por pedazos (devoran su carne), luego por partes enteras hasta destruirla (la queman con fuego). Ese viraje espectacular e inesperado halla entonces su explicación: una vez más, creyendo afirmar su voluntad y su poder, los hombres y sus asociaciones solo harán cumplir, a sus espaldas, lo que Dios se ha propuesto y que ha declarado de antemano. Los diez cuernos cumplirán las palabras de Dios de dos maneras:
•  ejecutando el juicio de Dios sobre la gran ramera;
•  dando su reino a la bestia, lo que preparará la reunión de las naciones para el juicio del combate donde el Cordero los vencerá.

La gran ciudad: cap. 17:18

El capítulo 17 presenta a Babilonia la grande bajo la forma de una mujer, la gran ramera. Esta expresión corresponde a su carácter de sistema religioso corrompido y corruptor. Otros ejemplos se hallan en la Escritura: Ahola y Aholiba (Ezequiel 23), Jezabel (cap. 2:20; 1 Reyes 21:25-26). En el último versículo, el ángel relaciona a esta mujer con “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”. Esto confirma el carácter dominante de aquella a quien los diez reyes entregan su poder, y la expansión de su influencia. También muestra la gravedad de la agitación que sigue a su caída, descrita en el capítulo 18.

Cuanto más consideramos el carácter de Babilonia, mujer ramera y gran ciudad, más percibimos en ella la antítesis de la que es presentada en el capítulo 21: “la santa ciudad, la nueva Jerusalén… dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (v. 2), la “desposada, la esposa del Cordero” (v. 9). Antes de que esta, que es la Iglesia o Asamblea, sea presentada públicamente, es preciso que la falsa iglesia sea enteramente destruida sobre la tierra.

El siguiente cuadro muestra los rasgos que subrayan el paralelismo y los contrastes.

La gran Babilonia

Jerusalén, la santa ciudad

La gran ramera La desposada, la esposa del Cordero
La mujer ramera es vista en el desierto La esposa es vista desde un monte grande y alto
Está vestida de púrpura y de escarlata Está vestida de lino fino, que son las acciones justas de los santos
Se ha prostituido y no quiere someterse a la autoridad de un marido Es santa y está preparada como una esposa para su marido
Se enaltece Tiene la gloria de Dios
Las naciones han bebido del vino de su fornicación; los reyes de la tierra han fornicado con ella Las naciones marcharán por su luz; los reyes de la tierra

Uno de los siete ángeles llama a Juan a considerar a Babilonia y luego a la Iglesia bajo la forma de una mujer y de una ciudad.

La caída de Babilonia y sus consecuencias:

Proclamación de la caída: cap. 18:1-3

La caída de “la gran Babilonia” y sus consecuencias es el acontecimiento más ampliamente descrito en el libro del Apocalipsis1 . Es el objeto de una nueva visión introducida por la expresión “después de esto”, que marca las transiciones en este libro. Esto subraya la importancia del acontecimiento proclamado con esplendor por “otro ángel” que desciende “del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria”. Sin duda podemos reconocer a Cristo mismo en esta descripción, como anteriormente (cap. 8:3; 10:1).

Esta caída es celebrada con gozo en el cielo (v. 20), como preludio a la introducción del reino del “Señor nuestro Dios Todopoderoso” (cap. 19:1-6). Tanto en el cielo como en la tierra, este acontecimiento tiene más importancia que la destrucción de la bestia y del falso profeta que seguirá poco después (cap. 19:20); ella demuestra que los juicios que Dios debe ejecutar para su propia gloria y para la liberación de los fieles son “justos y verdaderos”.

La proclamación excepcional de la destrucción de Babilonia nos muestra cuán ofensiva es para Dios la existencia y la actividad de esta ciudad. La descripción de su estado lo confirma:
•  “Se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. Esta no era su condición inicial: ella no sube del abismo, como la bestia, pero se ha convertido en la habitación de demonios en el curso de una terrible decadencia. Esta descripción recuerda la parábola de la semilla de mostaza, que se convierte en un gran árbol (Mateo 13:31-32). La parábola describe el aspecto exterior de la cristiandad en su crecimiento extraordinario. Aquí Babilonia tiene el aspecto final de la gran cristiandad, después de que los que tienen la vida divina hayan sido llevados por el Señor en su venida. Bajo una fachada exterior engañadora, ella abrigará toda clase de espíritus de demonios que se dedicarán a seducir a los hombres y a conducirlos a la perdición. Será la culminación de una degradación ya iniciada en el tiempo de los apóstoles: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Timoteo 3:13). “El mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia” (2 Corintios 11:14:15). Pero esta degradación, obstaculizada por la presencia de los creyentes y del Espíritu Santo (Mateo 5:13; 2 Tesalonicenses 2:6-7), no tendrá más freno cundo estos ya no estén en la tierra.
•  “Todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella”. A menudo la fornicación es empleada en la Palabra como figura de la idolatría. La Babilonia histórica es la fuente de ella; la “gran ciudad”, la mujer designada aquí con este nombre la ha practicado con furor: ella ha quitado el sentido moral a un gran número. Además se ha unido a los poderes políticos para influenciarlos y abusar de su autoridad.
•  “Los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites”. Babilonia no solo ha sido un poder religioso, sino que su riqueza y su comercio le han dado un gran poder económico en el curso de los siglos. Esto ha podido permanecer oculto mucho tiempo, pero será claramente manifestado al fin. Todos los actores económicos lo han aprovechado, y no es sorprendente que deploren enérgicamente la caída de Babilonia (v. 11).

“Salid de ella, pueblo mío”: cap. 18:4-5

El apremiante llamado se dirige ahora a los que Dios llama “pueblo mío”: “Salid de ella”, a fin de escapar del juicio que la alcanzará. Podría sorprendernos que aún se encuentren fieles en su seno en el momento en que ella sea juzgada, pues los creyentes del periodo cristiano ya habrán sido arrebatados al cielo, pero es preciso recordar que hay creyentes en todos los tiempos. Durante el periodo que separa el arrebatamiento de los santos del establecimiento del reino de Cristo en gloria, el evangelio del reino será predicado, y muchos lo recibirán y serán perseguidos. Muchos podrán ser temporalmente engañados por la apariencia de esta “iglesia” grandiosa, y pensarán abrigarse en ella. Por eso son llamados a salir de ella.

El llamado: “Salid de ella” se puede comparar con el que Dios dirigió a los israelitas antes de la destrucción de la Babilonia histórica (Jeremías 51:45). Él ordena a los que hacen parte del “pueblo” de Dios en todos los tiempos, aunque en circunstancias muy diferentes, a salir de un sistema religioso infiel (Isaías 52:11; 2 Corintios 6:17; Hebreos 13:13). De manera general, Dios manda separarse de los pecados y de la mancha; aquí el llamado subraya la urgencia para escapar al juicio, a las plagas que caerán sobre Babilonia.

Castigo al orgullo: cap. 18:6-8

La expresión “pagadle doble según sus obras” es característica del juicio terrenal que Dios ejerce sobre un conjunto social, una ciudad, una nación (Isaías 40:2; Jeremías 16:18; Zacarías 9:12). Ella será castigada con las mismas aflicciones, pero más terribles todavía que las que ella ha infligido al pueblo de Dios: plagas, muerte, llanto, hambre, destrucción por el fuego. La orden dada en el versículo 6 parece dirigida a los agentes del gobierno de Dios, tal vez aquí los cuernos, los reyes de la tierra sobre quienes ella ha dominado. El juicio sobre Babilonia se efectuará en dos fases: primero será odiada y agredida por los diez cuernos, al final será herida directamente por Dios (cap. 17:16-18; 18:20).

Ese juicio es el castigo por el orgullo impío que esta mujer2  ha manifestado: ella se ha gloriado en los deleites de su lujo y la grandeza de su exaltación, afirmándose como la que debe reinar sola, sin depender de un marido, de una autoridad. En esto asume el carácter de la falsa iglesia que ha negado su dependencia de Cristo, la Cabeza de la Iglesia, para reinar sola en la tierra, mientras Cristo, el único y verdadero Rey, está ausente y es rechazado. Las primeras manifestaciones de este mal ya se percibían entre los primeros cristianos (1 Corintios 4:7-9).

  • 1Sucede lo mismo con la Babilonia histórica en los capítulos 50 y 51 del libro de Jeremías.
  • 2Se notará que Babilonia, aunque en este capítulo aparece bajo el aspecto de una ciudad, aquí es vista como una mujer (“Yo estoy sentada como reina”), el otro carácter estrechamente asociado.

El desmoronamiento de la economía mundial

Lamentaciones de los reyes: cap. 18:9-10

Los poderes políticos actúan mucho tiempo en concierto con el poder religioso temporal que representa Babilonia, en tanto que encuentren intereses allí. Cuando Dios quiere ejercer su juicio sobre ella, se sirve primero de los diez reyes que se ensañan contra Babilonia por odio hacia ella y a su opresión moral (cap. 17:16), puede ser con miras a obtener algún provecho. Pero rápidamente el juicio de Dios la alcanza junto con sus riquezas (v. 8). Entonces los reyes de la tierra se aterrorizan. Temen que su propia posición y su economía también sean devastadas. Antiguamente, la ruina de un pueblo a menudo conllevaba el enriquecimiento de sus enemigos o de sus competidores. Ahora vemos que el desmoronamiento de la economía de un país o de un sector tiene consecuencias desastrosas para los otros. El desplome de Babilonia será, por lo demás, premonitorio de la destrucción de los reyes que se unirán con sus ejércitos a la bestia (cap. 19:19-21).

Lamentaciones de los mercaderes: cap. 18:11-16

Si los poderes de la tierra que habían obrado en coalición o en rivalidad con Babilonia están asustados por “el humo de su incendio”, más grandes y más realmente sentidas serán las lamentaciones de los mercaderes que se han “enriquecido a causa de la abundancia de su lujo” (V. M.). Sus lloros y su tristeza son motivados porque sus intereses son directamente tocados: “ninguno compra más sus mercaderías”. El comercio de los objetos de lujo es el primer afectado: oro, plata, piedras preciosas… vestidos, enseres. Luego se derrumba todo el mercado de las materias primas necesarias para la industria: cuero, hierro, materiales de construcción. Por último, todo lo concerniente a la alimentación; producción vegetal y animal, transportes. La última parte del comercio que es afectada es muy significativa: los “esclavos, almas de hombres” (2 Pedro 2:3). Podríamos hablar de un anacronismo y decir que ya no hay tráfico de esclavos… Sin embargo, esto es lo que Dios ve. En nuestros países hay fábricas clandestinas que emplean la mano de obra como de verdaderos esclavos. Incluso en las empresas respetables, bajo la presión de una competencia creciente, cada vez se desarrollan más métodos de gestión que someten y explotan a los empleados. El desmoronamiento económico será brutal: “En una hora han sido consumidas tantas riquezas”. ¡Seria advertencia para el mundo! La caída de los mercados financieros con repercusiones mundiales ha tenido efectos devastadores. Eso será aún peor e irremediable.

Nosotros los creyentes no debemos poner nuestra confianza en las riquezas, no solo porque “son inciertas” (1 Timoteo 6:17; Santiago 5:2), sino porque su búsqueda causa un verdadero perjuicio a nuestras almas:
•  “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).
•  “El engaño de las riquezas ahoga la palabra” (Mateo 13:22).
•  “Raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:9-10).

Lamentaciones de los transportadores: cap. 18:17-19

“Todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar” forman una clase aparte entre los que se lamentan por la ruina de la gran ciudad debido a las repercusiones catastróficas sobre sus actividades. Esto muestra que en el momento en que este acontecimiento se produzca, la economía planetaria formará un todo, debido a la magnitud de intercambios y transportes de toda clase. Es claramente lo que se perfila hoy. Ya se perciben con temor los peligros. La búsqueda ansiosa de la ganancia contribuirá finalmente a la ruina. Nosotros debemos vivir tranquilamente y trabajar (1 Tesalonicenses 4:11) en un entorno cada vez más difícil para ganar nuestro sustento y el de nuestras familias. Cuidémonos de comprometernos, por el atractivo de las ganancias o por ambición, en esta absurda competencia. ¡La Palabra nos muestra quién mueve esto y el camino del retorno!

El juicio de Babilonia, la gran ciudad

El gozo en el cielo: cap. 18:20

Qué contraste entre esta desolación y lo que sucede en el cielo. Cuando la ruina de Babilonia es consumada, el gozo estalla en el cielo. Podría sorprendernos que tal ruina provoque una explosión de gozo en el cielo. Es preciso notar que no se trata del juicio de una persona. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva (Ezequiel 18:23). Cuando un hombre persiste en su extravío y cae bajo el juicio, siempre es un tema de tristeza para los creyentes, y el cielo no se regocija. Aquí se trata de la ruina de un sistema terrenal organizado opuesto a Dios, a pesar de sus apariencias, que ha perseguido a los santos y cuya actividad ha arrastrado gran multitud de personas a la perdición. El gozo estalla en el cielo al ver el fin de este instrumento de opresión en las manos de Satanás, quien pronto será atado en el abismo antes de ser lanzado al lago de fuego.

Durante siglos los creyentes han sido perseguidos y han esperado en el que “juzga justamente” (1 Pedro 2:23). No han tomado venganza ellos mismos, dejando obrar al que dijo: “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Deuteronomio 32:35; Romanos 12:19). Ha llegado el momento para que el “Dios de las venganzas” (Salmo 94:1; Isaías 34:8) haga brillar su resplandor ejecutando un juicio definitivo.

Es preciso que Dios sea glorificado. Él manifestó su gloria en la creación (Salmo 19:1); se glorificó perdonando a innumerables pecadores mediante la obra de la redención (Efesios 1:6-7); lo será también ejecutando el juicio sobre los que no hayan creído (Salmo 96:7-10). Dios el Padre ha dado todo el juicio al Hijo (Juan 5:22), y llegará el día cuando toda lengua confesará que “Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:11).

Babilonia arrojada en el mar: cap. 18:21-24

Hasta aquí la destrucción de Babilonia ha sido un espectáculo para todos los habitantes de la tierra, quienes están impresionados por el “humo de su incendio”, resultado de los juicios ejecutados sobre ella a través de los instrumentos terrenales; hemos visto que los diez cuernos terminaron por quemarla “con fuego” (cap. 17:16). Aquí un ángel poderoso interviene para arrojar en el mar una gran piedra y anunciar que “con el mismo ímpetu será derribada Babilonia”. Ahora el juicio es ejecutado directamente desde el cielo y culmina en una destrucción completa. Conlleva la desaparición de todos los que participan en sus diversas actividades. Las actividades musicales, que tanto encanto proveen a la vida social, son mencionadas en primer lugar, luego vienen las actividades artesanales e industriales, que le dan la prosperidad. Son las que hallan su origen en los hijos de Lamec, el hijo de Caín, y en la primera ciudad, fundada por él (Génesis 4:17-22).

Esta sentencia recuerda mucho la que fue pronunciada sobre la Babilonia histórica por Jeremías, y que se cumplió literalmente. Los motivos del juicio también son similares: el orgullo sin freno y la opulencia impía.

•  “Se ha hecho habitación de demonios” (cap. 18:2), y “por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones” (v. 23; Jeremías 51:7). Desde el comienzo, Babel (Génesis 11:4) ha sido portadora de la antorcha del deseo de asociar todas las fuerzas humanas para emprender cosas, apuntando siempre más alto, y en abierta oposición a Dios. En realidad Satanás es el instigador oculto y perseverante que empuja a los hombres a levantarse orgullosamente contra Dios. Su actividad, desarrollada en el curso de los siglos, alcanza su apogeo en la Babilonia profética cuya destrucción final es descrita.
•  Babilonia es responsable de perseguir y matar un gran número de fieles en el curso de los siglos (Jeremías 51:35). No es el menor de sus agravios. Dios no olvida nada; él no dejará impune la violencia hecha a un gran número de creyentes: “El que os toca, toca a la niña de su ojo” (Zacarías 2:8), y tampoco dejará sin recompensa al que haya dado “un vaso de agua fría” a “uno de estos pequeñitos… por cuanto es discípulo” (Mateo 10:42).

Babilonia representa el sistema religioso sin vida y apóstata, opuesto a Dios, que subsistirá después del arrebatamiento de la Iglesia (v. 20, 24). Ella es su forma final. Sin embargo es tenida por responsable de todos los sistemas de opresión religiosa que han aparecido durante el periodo cristiano.