Los versículos 1 a 15 de este salmo forman parte (con el Salmo 96) del que se ha llamado el primero entregado por el rey David a Asaf después del regreso “del arca del pacto de Dios” (1 Crónicas 16:6-22). Hay solo una diferencia muy notable. En la versión Moderna y otras el versículo 15 del capítulo 16 de 1 Crónicas habla de exhortación: “Acordaos para siempre de su pacto”. En cambio, nuestro versículo 8 declara: “Se acordó (Dios)…”. Si bien el pueblo falló y olvidó el pacto con su Dios, Él se acordó de sus promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob (2 Timoteo 2:13). Era todo lo que poseían esos hombres de fe. A los ojos de sus contemporáneos tenían poca importancia; “eran pocos en número, y forasteros” como lo somos hoy los cristianos. Pero Dios velaba sobre ellos como vela ahora sobre nosotros (v. 14-15; por ejemplo: Génesis 31:24).
Luego “envió un varón”, el que, en figura, cumplió Sus propósitos: José, preciosa figura del Señor Jesús. Siervo primeramente, preso luego, fue liberado por “el Señor de los pueblos”, quien lo puso “por Señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones” (v. 17-21). Cristo, quien murió y luego resucitó por el poder de Dios, será restablecido como Señor de toda la tierra y en él todas las promesas de Dios se realizarán (Hechos 2:36).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"