Pablo compareció ante Félix en presencia de sus acusadores. Estos necesitaron un orador más elocuente para hacer las acusaciones, por cuanto su causa era muy mala. Pero, ¡qué contraste entre las lisonjas, las groseras calumnias de Tértulo (v. 3, 5; comp. Lucas 23:2) y la dignidad de Pablo en su profesión de fe acompañada de una sincera exposición de los hechos!
Una secta (v. 5, 14) es una agrupación religiosa que apela a un jefe o a una doctrina particular. El cristiano solo puede apelar a Cristo. Pero el mundo religioso (la cristiandad nominal) a veces también llama secta a la congregación de los hijos de Dios que se han separado de él por obediencia a la Palabra. ¡Mas qué importa! Esta expresión, como muchas otras, forma parte del vituperio de Cristo. Al igual que Pablo, el creyente fiel tiene el privilegio de estar asociado, en el menosprecio del mundo, a Aquel que fue el Nazareno. Por el contrario, lo que procuraba el apóstol –y que debería preocuparnos a nosotros también– era el tener siempre “una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”. Pensaba en el día de la resurrección, cuando tuviera que dar cuenta al Señor de su andar y de su obra. Una verdad conocida siempre debe tener un efecto moral. Y con más razón la perspectiva del tribunal de Cristo (2 Corintios 5:9-10). ¡Que nosotros tampoco lo olvidemos!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"