Los Salmos 22 y 69, que tratan de los sufrimientos del Señor, presentan entre sí una diferencia esencial: en el Salmo 22 se ve a Cristo cumpliendo la expiación de nuestros pecados; es presentado allí como Aquel a quien Dios hirió por nosotros. Aquí, al contrario, vemos cómo Jesús sufre por parte de los hombres. ¡Cuántos medios encontraron estos para perseguirle! Una palabra se repite cuatro veces en este salmo para dar a comprender la deshonra pública que el Señor soportó: el oprobio (v. 7, 10, 19-20). El corazón infinitamente sensible del Señor fue quebrantado por ella (v. 20). En su Persona, la gloria de Dios, su amor, su santidad fueron hollados delante de todos por hombres inicuos. El versículo 21: “Me pusieron además hiel por comida y en mi sed me dieron a beber vinagre” fue literalmente realizado en la cruz (Mateo 27:34, 48).
Otra causa de profundo dolor para el Salvador fue la incomprensión y la indiferencia de sus discípulos:
Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo…(v.20)
Con razón los representantes de la raza humana, culpable de semejante crimen, sufrirán, si no se han arrepentido, la indignación y la ira reclamadas por el remanente de Israel en el versículo 24. Pero es de desear que el Señor pueda encontrar a cada uno de nuestros lectores entre “los que aman su nombre” (v. 36).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras