Esta última parte del salmo nos presenta otro lado del establecimiento del Reinado. La marcha de Dios con su pueblo, empezada en el desierto (v. 7), termina ahora en el santuario, figura de un glorioso reposo (v. 24; comp. 2 Samuel 6:17; 7:6). Las tribus de Israel, finalmente reunidas, comparten ese reposo. El versículo 27 menciona a Judá, ahora reunido con Zabulón y Neftalí, así como “el joven” Benjamín, el pequeño. Otrora, esta última tribu fue casi aniquilada por el juicio (véase Jueces 21); ella es, pues, la figura de todo el pueblo de Israel que acaba de atravesar las tribulaciones. Pero ahora “es señoreador de ellos” porque Dios ha ordenado la fuerza de su pueblo (v. 28). Y el mundo entero se somete: “los reyes” (v. 29), “los príncipes” (v. 31), “los reinos de la tierra” (v. 32), todos son invitados a atribuir a Dios la fuerza y la magnificencia que son visibles en Israel.
“Vieron tus caminos, oh Dios” (v. 24). Pensamos también en aquellos discípulos de Juan el Bautista “mirando a Jesús que andaba por allí” (Juan 1:36) y que le siguieron luego. Al leer la Palabra, consideremos ese andar perfecto del Señor en el desierto de este mundo, mientras aguardamos contemplarle faz a faz en el descanso y la gloria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras