Dios, terrible en sus juicios contra los impíos, se muestra lleno de ternura para con los que le pertenecen, a quienes Él llama “los justos” (v. 3). Él mismo toma los hermosos nombres de “Padre de huérfanos” y “defensor de viudas” (v. 5; Salmo 146:9; Jeremías 49:11). Demuestra así que atiende de un modo especial a los que han perdido su sostén natural. Los aislados son objeto de sus particulares cuidados: “Dios hace habitar en familia a los desamparados” nos dice el versículo 6 (V. M.: “los solitarios”). ¡Cuántos han hecho esta preciosa experiencia! Cuando se convirtieron, se les cerraron muchas puertas; ciertos miembros de su familia no quisieron recibirlos más. Por amor al Señor tuvieron que dejar “casa, o hermanos, o hermanas…”. Pero “el Padre de huérfanos” los recogió en su propia familia, en la que hallaron otros hermanos y otras hermanas (leer Marcos 10:29-30).
Hasta el versículo 14 son recordados los cuidados de Dios para con su pueblo desde el camino en el desierto (comp. los v.1, 7 con Números 10:33-36). Dios no dejó de velar sobre Israel, “su grey” (v. 10). Pero hoy el Señor tiene “otras ovejas que no son de este redil” judío (Juan 10:16). ¿Es el lector una de ellas? ¿Puede hablar del amor de ese buen Pastor?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"