Israel pide ser bendecido a fin de que la voluntad de Dios y Su salvación sean conocidos en toda la tierra (v. 1-2). Habitualmente ¿no estamos demasiado preocupados por nosotros mismos en nuestras oraciones? Roguemos para que la gracia de la que somos objeto y las bendiciones que gozamos puedan ser observadas por los que nos rodean y que por ellas sean atraídos a Jesús.
Los capítulos 9 a 11 de la epístola a los Romanos nos explican cómo Israel fue puesto a un lado para permitir que Dios, a partir de ese momento, extendiese su gracia a las naciones. Nos muestran también cómo el hecho de que “los gentiles” participaran de las promesas hechas a Abraham debía excitar el celo de los judíos (leer Romanos 11:11-12). Pero, bajo el cetro del Mesías, habrá lugar tanto para unos como para otros (Salmo 22:27). Todas las naciones del mundo serán bendecidas juntamente con el pueblo judío. No será más una cuestión de celo ni de orgullo nacional; Israel tendrá un solo deseo, a saber, que todos los pueblos se regocijen en Dios y le celebren (v. 3, 5). Entonces el Cordero será exaltado en los cielos y en la tierra como él es digno de serlo:
Digno eres… porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación
(Apocalipsis 5:9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"