Nunca juzguemos ni por las apariencias ni por las circunstancias que solo conocemos a medias. Un cristiano, cuyo comportamiento nos ha sorprendido, pudo haber obrado por obediencia al Señor. Así ocurrió con Pedro cuando entró en la casa de Cornelio y comió con él. Estos detalles parecían ser lo único importante para “los que eran de la circuncisión” (v. 2), en tanto que en aquella casa habían acontecido cosas maravillosas que Pedro les contaría en aquel momento.
La salvación de las naciones estaba anunciada en el Antiguo Testamento (por ejemplo Isaías 49:6; 65:1). El mismo Pedro había aludido a ello en su primer discurso (cap. 2:21, 39). Sin embargo, para que las prevenciones de los hermanos de Jerusalén pudieran desaparecer, hacía falta pruebas terminantes. Estas fueron proporcionadas por el relato de Pedro y confirmadas por los seis testigos que lo habían acompañado. Al oír cómo el apóstol había sido esclarecido y conducido a la casa de Cornelio, y sobre todo cómo el Espíritu Santo había descendido a esos gentiles, todos reconocieron la voluntad de Dios y lo glorificaron. Alegrémonos por esa gracia que se ha extendido hasta nosotros, y si todavía no lo hemos hecho, apresurémonos a recibir también el “arrepentimiento para vida” (v. 18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"