Jacob abandona la casa paterna, pero Dios le hará conocer Su propia casa (Bet-el significa: “casa de Dios”). En medio de las dificultades y lejos de la seguridad que brinda el techo familiar, es cuando a veces se presenta la ocasión de encontrar al Señor. Los que tienen padres creyentes no necesitan abandonar el hogar para hallar al Señor, pero es necesario que este encuentro tenga lugar y que el Dios de sus padres venga a ser también su Dios.
¡Sueño extraño el de Jacob! ¿Qué nos enseña esta escalera por la cual los ángeles suben y bajan? Ella habla de las relaciones entre el cielo y la tierra, y pensamos en Aquel que las ha establecido para nosotros al bajar a esta tierra y al subir a la gloria (Juan 3:13, 31; Efesios 4:10). Al pecador cansado, la gracia de Dios le muestra la puerta del cielo (v. 17) y le comunica sus promesas gloriosas. “¡Cuán terrible es este lugar!”, exclama el viajero al despertarse. Una conciencia culpable no puede estar confiada, ni siquiera en la presencia del Dios de gracia (comp. Lucas 5:8). Jacob, en el extraño trato que tiene la pretensión de hacer con Jehová, pone condiciones a las firmes promesas de Dios y ofrece servirle a cambio de los beneficios que reciba. Muchos, como él, dudan apropiarse, mediante la fe, del don gratuito de Dios y piensan que sus esfuerzos deben merecerle Su favor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"