Dios se proveyó de un Cordero para el holocausto. Cuando el Señor Jesús apareció en medio del pueblo, a la orilla del Jordán, Juan el Bautista dijo:
He aquí el Cordero de Dios.
(Juan 1:29)
Era la respuesta divina a todos los pecados que acababan de ser confesados. De modo que el gran misterio –del cual tenemos un reflejo en este capítulo– es ahora revelado. ¡Y qué seguridad continúa dando ese “Jehová-jireh” (Jehová proveerá) a todos aquellos que están atormentados por el peso de sus pecados!
Isaac es, en figura, resucitado (Hebreos 11:19); Cristo lo es en realidad, con todas las consecuencias para Él y para nosotros. A Él, una esposa le será dada, razón por la cual encontramos a Rebeca mencionada en el versículo 23. Nosotros recibiremos las bendiciones celestiales de las cuales tenemos una imagen en los versículos 17 y 18.
La fe de Abraham ha sido mostrada por medio de esta obra (Santiago 2:21). Dios conocía el corazón de Abraham y sabía que poseía esta fe, pero era necesario que esta fuese manifestada públicamente. En lo que nos concierne, si hemos podido confesar: «Creo en el Señor Jesús», tarde o temprano nos será dada la ocasión de demostrarlo. Las pruebas de los cristianos no tienen otra finalidad que poner en evidencia la realidad de la fe que hay en ellos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"