Sabemos que esta escena es una imagen de la cruz. ¿Quién es el Hijo, el Único, aquel a quien el Padre ama, si no el Señor Jesús? Debía ser ofrecido en holocausto. El lugar es visto de lejos en los consejos eternos de Dios. Es el monte Moriah, donde más tarde David ofrecerá el sacrificio expiatorio y donde el templo será edificado (2 Crónicas 3:1). Ese lugar del sacrificio es al mismo tiempo el de la adoración (v. 5). ¡Cuántos motivos encontramos ahí para adorar al Padre y al Hijo, yendo ambos juntos o, dicho de otra manera, no teniendo más que un solo y mismo pensamiento para realizar la obra de la salvación! La obediencia de Isaac nos recuerda la del Señor en Getsemaní:
Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
(Marcos 14:36)
Pero, en contraste con Isaac, quien solamente se somete, el Hijo se presentó voluntariamente: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:9). En contraste una vez más con Isaac, quien no sabía lo que su padre iba a hacer, nos es dicho:
Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó.
(Juan 18:4)
En contraste, por último, con la voz del Ángel que detiene la mano de Abraham, ninguna voz se escuchó en el Gólgota para apartar la espada que debía herir al Hijo de Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"