Dios concede a Abraham el honor de llamarlo su amigo (2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8; Santiago 2:23). En esta calidad lo visita y quiere ponerlo al corriente de sus intenciones, tanto en lo concerniente a él (v. 9-15) como acerca del mundo (v. 20-21; ver Juan 15:15). El patriarca responde con una confiada libertad, la que no excluye el más profundo respeto. La diligencia gozosa con la que recibe a sus celestiales invitados revela el estado de su corazón; conoce a su Dios; ha gustado la benignidad del Señor (1 Pedro 2:3). El Nuevo Testamento menciona a algunas personas que han tenido el privilegio de recibir al Señor Jesús en sus casas: Leví, Marta, Zaqueo (Lucas 5:29; 10:38; 19:5-6) y nos enseña bajo qué condición podríamos también gozar de la misma intimidad: la obediencia a la palabra del Señor es la llave que le abre nuestro corazón (Juan 14:23). Abraham, modelo en la comunión, lo es también en el ejercicio de la hospitalidad. El cristiano es exhortado a practicarla sin murmuraciones (1 Pedro 4:9; Romanos 12:13; Hebreos 13:2). ¡Qué buena nueva espera a Abraham y Sara: el anuncio del heredero tan deseado! Sara duda y ríe. Nosotros tenemos la ocasión de escuchar una magnífica afirmación:
¿Hay para Dios alguna cosa difícil?
(v. 14)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"