Hasta ahora Abram se ha abstenido de intervenir y de tomar parte en un conflicto que no le concierne (Proverbios 26:17). Pero, tan pronto como sabe que su sobrino ha sido capturado, nada lo retiene para ir a socorrerlo. Habría podido invocar, para mantenerse neutral, la debilidad de sus medios frente a una coalición de reyes victoriosos o el hecho de que Lot había merecido lo que le acontecía. Pero no, su amor por su “hermano”, su fe y su perseverancia consiguen la victoria y liberan al cautivo. Mas he aquí un adversario más peligroso que los cuatro reyes, aunque también haya sido vencido: el rey de Sodoma.
Se acerca y, mediante regalos, quisiera hacer de Abram su deudor, pues supone que Abram, al igual que la mayoría de los hombres, es atraído por los bienes terrenales. No obstante, Dios vela y, para fortalecer a su siervo, le envía en ese instante, antes de este encuentro, un visitante misterioso: Melquisedec. Éste es rey y sacerdote al mismo tiempo; es una figura del Señor Jesús (Hebreos 7:1-10). Abram, alimentado y bendecido por Melquisedec, rehúsa firmemente las propuestas del rey de Sodoma. Un corazón saciado por Cristo es el secreto para resistir a las ofertas de Satanás. Lot, por el contrario, no tendrá en cuenta la lección divina; vuelve a Sodoma para vivir allí y hará una experiencia aún más trágica.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"