El tiempo que Abram pasó en Egipto fue perdido y las riquezas que adquirió se convierten en una causa de preocupación para él. Ellas lo conducen a separarse de Lot. Estas contiendas entre “hermanos” se dan en presencia de los habitantes del país, los cananeos (v. 7), lo que es particularmente lamentable para el testimonio (leer 1 Corintios 6:6; Juan 13:35). Abram deja escoger a Lot el lugar al que quiere ir. ¡Qué espíritu de mansedumbre y de renunciamiento muestra aquí! Ojalá pudiésemos imitarlo cada vez que queremos hacer valer nuestros derechos. Lot escoge lo que le gusta, lo que atrae su corazón mundano (la llanura del Jordán se parece a Egipto – v. 10). En cambio, Abram deja a Jehová decidir por él (Salmo 47:4). Dios no defrauda jamás a aquellos que confían en él.
Nuestros padres… confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
(Salmo 22:4, 5)
En efecto, la posesión del país de la promesa es ahora confirmada a Abram. Dios le dice: “Alza ahora tus ojos” (v. 14), y también: “Levántate, vé por la tierra” (v. 17). Canaán es para nosotros una figura del cielo, el cual Dios nos invita no solamente a contemplar, sino también a recorrer por la fe. Y ¿cómo mediremos “lo largo y lo ancho” de la propiedad celestial? Sondeando y meditando las maravillas de la divina Palabra.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"