A la inversa del orden normal, la reconstrucción de Jerusalén empezó por el altar, luego por el templo (Esdras 3), y solamente ahora se reedifica el muro de la ciudad. El altar y el santuario nos hablan del culto, el cual es evidentemente la primera responsabilidad del pueblo de Dios. No solo somos cristianos del domingo. El resto de la ciudad, que sugiere la vida cotidiana en nuestras casas y nuestras circunstancias de todos los días, debe igualmente ser protegido de los enemigos y francamente separado. Cada uno ha de velar por ello y, en particular, construir el muro frente a su propia casa (v. 10, 28, 30).
Bajo el impulso dado por Nehemías, todo Judá se pone a la obra. Y este capítulo nos hace dar la vuelta a la ciudad para presentarnos en acción a los diferentes grupos de trabajadores. La mayoría colabora en la restauración, ya sea de su puerta, de su torre, de su parte del muro, en proporción a sus fuerzas y, sobre todo, según su abnegación. Pero, mientras algunos tienen bastante celo para reparar una doble porción (v. 11, 19, 24, 27, 30), otros –entre ellos los principales– rehúsan doblegar su cerviz al servicio de su Señor (comp. Mateo 20:27-28; 2 Corintios 5:15). ¡Triste testimonio consignado en el libro de Dios!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"